La renuncia: una práctica inaceptable

 

El propósito de someter a cuatro Ministros de la Corte Suprema de Justicia y uno de los miembros del Tribunal Superior de Justicia Electoral a Juicio Político, por mal desempeño de funciones, anunciado por integrantes de los partidos políticos de mayor representación parlamentaria, en los últimos tiempos, ha registrado marchas y contramarchas.-

 

Nada más al inicio de las gestiones, en la Cámara de Diputados, con la presentación de las propuestas de los libelos acusatorios, se articularon maniobras destinadas a dilatar o impedir el progreso del procedimiento de responsabilidad administrativa de los funcionarios estatales “seleccionados” por los actores políticos, para someterlos a enjuiciamiento.-

 

Esas primeras maniobras fueron desbaratadas, y todo parece indicar que el, o los juicios políticos proyectados se llevaran delante de modo inmediato, aunque, hasta ahora, la sociedad no ha tenido noticias ciertas y concretas de las causas reales que motivarán dichos procesamientos.-

 

Mientras tanto, la ciudadanía, no ha recibido información seria y concreta sobre los “cargos” que se atribuyen a los que fueron seleccionados para el efecto, ni las “virtudes” de quienes – en esta oportunidad – han sido excluidos de la nómina de “enjuiciables”. Todo se ha limitado a discursos vacíos de contenido, que se escudan en la alegada necesidad de renovación del sistema judicial, omitiéndose la presentación de planes y proyectos.-

 

Nadie se ha arriesgado a explicarnos como se producirá la invocada reforma, mediante la sustitución de Nuñez, Blanco, Garay y Bajac, en la Corte Suprema de Justicia, y Ramirez Zambonini en el Tribunal Superior de Justicia Electoral. Tampoco nadie se animó a informar, como podrían contribuir al proyecto de reforma, la permanencia de Fretes, Benitez, Pucheta, Bareiro, Torres, en la Corte,  Bestard y Wapenka, en la Justicia Electoral.-

 

La mera alegación de que el proceso de selección y designación de los sustitutos de quienes serán destituidos, es insuficiente para sostener el discurso de que el propósito perseguido es el de renovación del sistema judicial.-

 

Según el diccionario de la lengua española, renovar es: “…Hacer como de nuevo algo, o volverlo a su primer estado; Restablecer o reanudar una relación u otra cosa que se había interrumpido; Remudar, poner de nuevo o reemplazar algo; Sustituir una cosa vieja, o que ya ha servido, por otra nueva de la misma clase. Renovar la cera, la plata; Dar nueva energía a algo, transformarlo…”.-

 

Entonces, si nos ciñéramos al significado real de los términos del discurso, ninguna expectativa de mejoramiento del sistema judicial podríamos albergar, pues, lo que necesita nuestro país no es volver el Poder Judicial a su “primer estado”, ni restablecerlo, ni sustituirla por otra de igual clase. Lo que se requiere es un nuevo sistema de justicia, administrada por Magistrados moral, ética e intelectualmente íntegros, por Jueces independientes que tengan una visión clara de la misión que les corresponde en la tarea de dar a cada uno lo suyo, y resolver los conflictos individuales y sociales, de relevancia jurídica.-

 

Nada indica, sin embargo, que ese sea el camino escogido, cuando, la sustitución parcial de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia no va acompañada de actos y gestos encaminados a una verdadera reforma.-

 

Los proyectos de modificación de la Ley Orgánica de la Corte Suprema, de la Ley de Enjuiciamiento de Magistrados, de los Código de Procedimiento, del Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, y, con un poco de ambición, de la misma Constitución Nacional, están ausentes del debate. Es decir, pretenden hacernos creer que con los mismos instrumentos, los futuros nuevos integrantes de los órganos de dirección del sistema judicial, brindarán distintos resultados.-

 

Es más remota aún la posibilidad de que el sistema mejore, cuando el debate se circunscribe en la cantidad de Magistrados que serán sustituidos, y las viejas prácticas siguen vigente.-

 

La renuncia presentada por Victo Nuñez, dirigida al Presidente de la Corte, es una demostración clara y categórica, que las “costumbres” no han cambiado, ni tienen visos de desterrarse.-

 

Los miembros de la Corte son designados por la Cámara de Senadores, por lo tanto, las renuncias de los designados deben ser presentadas ante ella. La Corte, no tiene atribuciones Constitucionales, ni legales para aceptarlas o rechazarlas. Pero, el cuestionamiento no se detiene en el aspecto puramente formal, sino que trasciende al marco administrativo, y se inscribe en la necesidad de que las inconductas atribuidas a los enjuiciables, sean objeto de inve3stigación, juzgamiento y eventual sanción.-

 

No podemos seguir aceptando la vieja práctica que permite a los funcionarios librarse de toda responsabilidad mediante la presentación de renuncia ante la inminencia de su juzgamiento y destitución.-

 

Cientos de casos similares se registran, podríamos decir, desde siempre, con Jueces sometidos a Enjuiciamiento, que, ante la advertencia de sus amigos, padrinos políticos o aliados (integrantes del Jurado de Enjuiciamiento), de la inminencia de su destitución, presentan renuncia días ante de su remoción, con el propósito de eludir la sentencia condenatoria.-

 

En definitiva, la renuncia de Víctor Manuel Núñez, no es un logro de la sociedad, no es un triunfo de la justicia, sino apenas, un resultado positivo para quienes – a la luz de los hechos – se han propuesto llevar adelante la tarea de “renovar” la administración de justicia, mediante la sencilla aplicación de cambios de carácter cosmético.-

 

La aceptación de una renuncia, en estas condiciones, es simplemente, inaceptable.-

 

Jorge Rubén Vasconsellos